De dónde salieron tantos chimangos
Aunque no es de ningún modo una especie exótica, esta ave de rapiña se multiplicó numerosamente en los últimos años hasta alcanzar una población de dimensiones inéditas. Explicaciones a un fenómeno que se está replicando en muchas localidades balnearias.
Por J.I.P. | Los turistas miran con asombro las bandadas de chimangos dominando orillas que hasta entonces parecían ser patrimonio casi exclusivo de las gaviotas. Vuelan en círculo o se desplazan ligeramente sobre la arena. Y lo hacen en grupúsculos, como si estuvieran conspirando. Sus movimientos, su parada y su forma ansiosa de mirar resultan siempre intrigantes al ojo humano.
El chimango no es de ningún modo una especie exótica en nuestra región, solo que de repente, y sin previo aviso, se expandió hasta alcanzar una magnitud inédita. Ya no se trata de encontrarse a uno mutilando la bolsa de basura que habíamos dejado la noche anterior, sino de cruzarlos en absolutamente cuando lugar de la ciudad.
La playa es acaso el más notable, ya que el chimango es esencialmente un ave del campo. Es decir, de un ámbito casi opuesto. Ahí se alimenta de animales muertos, tal vez su botín más deseado. La multiplicación de chimangos en Gesell no es una excepción, sino un síntoma que se repite en otras localidades balnearias.
Una de las teorías que intenta explicar esto apunta al uso cada vez más acelerado de pesticidas y agrotóxicos en los campos. Los químicos alteran la cadena alimenticia en casi todos sus eslabones, porque mientras por un lado aceleran el crecimiento de los tomates, por el otro es al costo de desplazar especies preexistentes.
El chimango puede alimentarse hasta con desechos y desperdicios, pero tampoco no come vidrio. Y entonces abandona su hábitat natural como lo haría cualquiera que lo descubriese envenenado. La migración es hacia las ciudades sobre la Costa porque están más cerca y además son como un gran tenedor libre de basura y afines.
La intrusión de semejante cantidad de chimangos genera nueva relación de fuerzas y convivencia con otras especies. No solo las gaviotas ven ocupada sus playas, sino que también lo padecen palomas y cotorras, a quienes los chimangos les saquean sus nidos.
La postal del horizonte entre el cielo y mar recortado por el vuelo frenético de los chimangos es apenas una de las tantas derivaciones del talibanismo transgénico que nos ubica en pie de igualdad con estas aves: al fin de cuentas, todos terminamos comiendo basura.