Agostina Sorich: cuatro años de dudas, silencios y angustias

La joven salió de su casa en octubre de 2010 y no se volvió a saber nada más de ella; el escaso impulso judicial asfixió las posibilidades de encontrarla, pero aquí la recordamos porque olvidarla es perderla para siempre.

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Agostina Sorich tenía 12 años cuando su nombre se volvió famoso en la Villa. Su desaparición, vigente e imborrable, permanece en nuestras memorias como una historia inquietante que siembra dudas sobre los que la investigaron.

Fue el 15 de octubre de 2010, un viernes en el que abandonó su casa en Monte Rincón sin ropa, dinero ni documentos, para irse el fin de semana a lo de la misma tía donde había pasado los últimos cuatro fines de semana. Nunca llegó.

La madre creía que estaba con la tía, y su tía suponía que se había quedado con su madre. Por eso, ambas se percataron de la ausencia recién el lunes 18, cuando una de las hermanas de Agostina dijo que la nena no había ido al colegio y disparó entonces la intriga en el entorno de la chica.

Esa misma noche, Andrea Sorich radicó la denuncia por averiguación de paradero en la Comisaría 1ª, lo que derivó en una investigación judicial a cargo de la UFID 3 de Pinamar. Intervinieron más de cien autoridades policiales y judiciales y alrededor de 200 declarantes, formando todos ellos una verborrea que alimentó infinitas teorías, aunque jamás se contaron (ni se encontraron) elementos suficientes para orientar la búsqueda en una dirección determinada.

“Nunca hubo un operativo cerrojo en las salidas de la ciudad y esas primeras horas fueron determinantes. Me dejé llevar por la gente que tenía la causa a cargo, creyendo que podía confiar en ellos”, confiesa, resignada, Andrea Sorich, su mamá. Un ejemplo la avala: la fiscalía le solicitó a Gendarmería que prohibiera la salida de Agostina del país recién dos meses después de su desaparición.

En derecho, postular muchas hipótesis es lo mismo que no postular ninguna. Más es mejor, pero demasiado es nada, y así fue como la investigación naufragó entre datos confusos, descripciones imprecisas y lugares comunes que condujeron a la deriva. En el pueblo comenzaron a circular rápidamente todo tipo de versiones. “Dice un amigo”, “oí de aquel”, “me dijo qué”, “escuché por ahí”… así podía empezar cualquier relato que pretendiera dar algo de luz a tanta sombra. El Caso Agostina es una historia intrigante y un fracaso judicial: muchos habían oído bastante pero nadie había visto nada. Y el que vio, calló o lo olvidó pronto.

Algunos indicaban haber visto a Agostina circulando por distintos puntos de la ciudad, mientras que otros señalaban domicilios en la zona sur de Gesell en donde presumiblemente la chica podía estar por propia decisión o contra su voluntad. Se realizaron varios rastrillajes, algunos cinematográficos, todos tardíos, dejando solo la arena removida de su atildado paso por zonas que ya no estaban dispuestas a revelar sus secretos, si es que acaso los tenían.

Sin órdenes de allanamiento, los efectivos iban a los domicilios señalados con una foto, preguntando a sus moradores si habían visto a la chica en cuestión y retirándose con remanidas negativas de parte de los consultados.

“Estamos buscando a una chica que no sabemos si quiere aparecer”, dijo del Subcomisario Claudio Arnouk -una de las referencias de la investigación- que meses más tarde fue procesado por su aparente vinculación en el asesinato de un delator de la policía ocurrido a principios de 2011 en la vecina localidad de Valeria del Mar. Ése episodio que también salpicó a otras autoridades involucradas en el Caso Agostina.

“No sé que pasó, pero estoy convencida de que mi hija no se fue por su propia voluntad. Mi intuición de mamá me dice que está viva y fuera de Gesell, ya que no quedó centímetro de la ciudad sin revisar”, confiesa Andrea.

Increíblemente, varios siguen empecinados en creer que una nena de 12 años urdió un fabuloso plan para abandonar su naturaleza sin despedirse de nadie y extraviarse en los dominios de lo inabarcable. Dos años después, la efeméride no aporta demasiadas precisiones al respecto pero deja expuesto tamaño absurdo, como un tímido murmullo que pretende resonar en la conciencia moral de quienes aún hoy no se asumen en deuda.