Aguavivas Geselinas XIII: Sobre la historia esencial del espacio
Las Aguavivas Geselinas llegan a su edición número 13. Cifra que, en este caso, nada tiene que ver con la mala suerte, sino con este gran relato titulado “Sobre la historia esencial del espacio construido por el hombre”.
Por Agustín Pisani | En un tiempo lejano el hombre se refugiaba debajo o adentro de árboles; en cuevas; enterrados; dentro de bosques o selvas. A la sazón, los espacios eran siempre comunes. Las cosas no se compartían porque simplemente la propiedad privada como la conocemos no existía.
Más adolescente, ya el hombre en su historia, elaboró espacios que encuadraron algunas experiencias. Se paraban alrededor del fuego y crearon la cocina comedor donde todos compartían la práctica del comer. Había fuegos y comidas constantes, la cocina y el comedor se mezclaban con lo que los rodeaba.
Un día se dieron cuenta que habían hombres que no conseguían cazar presas con facilidad, aunque bien podían cuidarlas del fuego. De esta manera comenzaron a gestarse los cocineros. Algunos recolectores agrícolas confiaron su comida al cocinero.
Como el cocinero logró compartir la sensación de distinguir y clasificar gustos, intentó jerarquizarse como único. Debido a esto y para poder él también ser reconocido, el cazador recordó que este sabor era posible únicamente gracias a la materia prima que obtenía. Entonces reclamó porciones más grandes y sazonadas especialmente para su paladar. Así nacieron lo que hoy llamamos platos.
A su vez, argumentaba el cazador que así como los recolectores siembran y luego sólo deben esperar por las cosechas y el cocinero únicamente se mantenía al calor oliendo manjares, él debía someterse al peligro de lo imprevisto para realizar una tarea única e irremplazable, además de básica para que las personas tengan fuerzas. Para ello argumentó que cuanta más fuerza para cazar la presa él haya necesitado, le daría mayor vigor a la gente que la ingiriese. Siguió su fundamentación explayando que la optimización de la comida que proveyera al resto dependía de su propia alimentación.
Los recolectores reclamaron su parte y el cocinero también. En ese momento, el cazador convenció a los recolectores para asociarse y apartaron al cocinero. Así es como la cocina y el comedor, que estaban unidos, se hubieron separado. Los peores recolectores y algún que otro cazador inútil se encargaron de transportar y servir la comida. Pero ese es el comienzo de otra historia.