Mónica García, un nombre que resonará por siempre en el pinar
Hondo pensar en toda la comunidad tras el fallecimiento de quien fuera una de las personalidades más pujantes de todo el casco histórico. A principios de este año Mónica había sido nombrada Jefa del Museo, lugar desde el cual produjo innumerables investigaciones.
Por Juan I. Provéndola | La historia de Mónica García con Villa Gesell no puede ser entendida por fuera del Pinar Histórico, lugar que ella conoció acaso tanto o más que el propio Carlos Gesell. A fines de 1994 comenzó a trabajar allí luego de concluir un curso destinado a lo que fue el primer equipo de guías de la ciudad. “Incluían temas como la vida y obra de Carlos y Silvio Gesell, los trabajos de fijación y forestación, las especies vegetales del Pinar del Norte (con «nombre y apellido», ¡son más de cien!), la historia de la región; los ecosistemas de playa, mar, dunas, así como las técnicas de guiada y manejo de grupo”, recordó ella en una entrevista que PULSO GESELINO le realizó a principios de este añi.
La selección del primer equipo de guías (cinco puestos para treinta postulantes) la hicieron el propio Carlos Rodríguez y también Amalia Oestreicher, esposa de Roberto Gesell y una de las grandes impulsoras del acervo cultural de nuestra ciudad. Mónica, que se había instalado en la Villa pocos meses antes, fue una de las cinco elegidas. “Mi cargo siempre fue el de guía, aunque durante estos veinte años aprendí a hacer muchos otros trabajos dentro del Museo”, contó Mónica, que estudió Letras en la UBA y se especializó en corrección de textos, para luego trabajar tanto en editoriales como por su propia cuenta, y también en tareas vinculadas a la comunicación, la docencia y las relaciones públicas. “Pero fue el Museo quien me dio la posibilidad de desarrollar y potenciar todos estos conocimientos y experiencias”, agrega.
Cuando a mediados de 2014 Carlos Rodríguez dejó su histórico cargo como Jefe del Museo, PULSO GESELINO se animó a señalar que «el sentido común sugiere el nombre de Mónica, quien conoce como nadie la evolución del lugar, sus fortalezas y los trabajos pendientes por hacer». Seis meses después, los hechos le dieron la razón a este medio con su nombramiento. Aquí reproducimos la entrevista realizada en ese entonces:
– Las vueltas de la vida hicieron que Carlos Rodríguez te terminara nombrando como su sucesor, ya que una de sus atribuciones como Secretario de Cultura es designar el staff del Museo. ¿Qué podés contar acerca de él y del vínculo que tuvo con vos?
– Carlos fue el alma de la creación del Museo. Junto a él y a Amalia Oestreicher. yo aprendí a trabajar en un museo. Y sigo aprendiendo. Él y Amalia, que falleció en el 2002, fueron no solo mis maestros, sino también las personas que me eligieron para este puesto, y los que confiaron en mí y apoyaron mi trabajo. Claro que a lo largo de tanto tiempo las personas cambiamos, crecemos, tenemos problemas y también desacuerdos, que por supuesto ocurren en cualquier relación laboral. Pero desde el principio sentí que Carlos Rodríguez confiaba en mí como persona y como profesional. Eso es muy valioso y siempre se lo he agradecido. Él jamás impuso su criterio a nadie por el solo hecho de ser jefe, siempre escuchó, evaluó, aceptó opiniones diferentes. Hemos compartido muchas alegrías, logros, tristezas. Creo que Carlos siente que esta etapa de su vida y de su profesión como museólogo ha concluido, y sabe que al jubilarse comienza otra etapa de muchas posibilidades creativas, en especial como docente. Pienso que va a ser un jubilado muy activo. Es una persona con una extraordinaria formación en Historia del Arte, y creo que la docencia no la dejará nunca. Y lo que ha sembrado como director del Museo Histórico seguirá cosechándose por muchísimo tiempo más.
– Desde el Museo se realizaron muchas investigaciones fundamentales para entender nuestra historia. ¿Cuáles recordás con más cariño?
– Investigaciones, publicaciones, entrevistas, presentaciones en congresos con ponencias propias, organización de muestras…y visitas guiadas, por supuesto. Es tan difícil elegir una, como enumerarlas a tofas. Siempre he trabajado en equipo, nunca lo que se hace aquí es el resultado de la labor de una sola persona. A mí me gustan todos los trabajos que hago en el Museo, porque todos son muy creativos y comprometidos, y con todos aprendo. Me interesa mucho la investigación. Uno de los trabajos más gratificantes para mí fue el ciclo de entrevistas e investigaciones que hicimos en Buenos Aires, con familiares de don Carlos y con otras personas vinculadas a Villa Gesell, como el maestro Ljerko Spiller o el ingeniero Esteban Takacs. Me encanta el trabajo con documentos de archivo y también todo el proceso que implica tener una participación en congresos: partir de una idea sobre lo que diremos en la ponencia, consensuarla, redactarla, enviarla y, finalmente, si es aceptada, exponerla ante un auditorio compuesto por colegas y un público, en general, diverso, lo cual resulta muy gratificante. Se trata de mostrar «afuera» lo que hacemos «en casa» y eso te da orgullo. Un proceso muy similar es el de la preparación de muestras, dos de las que más me gustaron hacer fue «Villa Gesell y la región, hace 200 años…», para el Bicentenario y «Silvio Gesell en el mundo, hoy».
– ¿De qué otras cosas también estás orgullosa?
– Me siento orgullosa de haber contribuido al crecimiento del Museo en todos estos años, de que el Museo resulte un referente cultural serio, confiable, y de que se haya logrado una buena relación con toda la comunidad y con miles de turistas. En lo personal, más que orgullo te diré que me da alegría haber logrado un contacto tanto profesional como afectivo con la familia Gesell y con economistas y estudiosos de la obra de Silvio Gesell, de varios países. Y ni qué hablar de los equipos de trabajo, he conocido a personas valiosísimas, algunas de ellas son hoy amigas mías muy queridas. Y después están las pequeñas grandes cosas: que se te acerque un nene y te dé las gracias por la visita, o que una nena de Jardín me tome la mano y me regale un caracolito, o que estudiantes que hicieron pasantías en el Museo hoy sean docentes universitarios o estén a cargo, por ejemplo, del Museo Histórico de Bariloche (como es el caso de la museóloga Estefanía Demarchi), o que venga una señora y me cuente que empezó a estudiar la carrera de guía porque se entusiasmó con una visita guiada que hizo conmigo. Bueno, estas cosas me han pasado, y me dan felicidad y orgullo.
– ¿Qué cosas creés que le faltan al Museo, y cuáles puntualmente sugerirías vos?
– En primer lugar, te diré lo que tiene como ventaja. Es un museo municipal, administrado y mantenido por la Municipalidad de Villa Gesell, es decir que su continuidad no depende ni de un particular ni de una asociación privada o vecinal, como ocurre en otros casos. Esto es muy bueno. Además, es un museo que cuenta con el apoyo y el reconocimiento de la comunidad por y para la cual fue creado, que es algo fundamental. Otra ventaja es que resulta un atractivo cultural y turístico de todo el año. En realidad, todo el Pinar del Norte tiene esta cualidad esencial, que tanto buscamos los habitantes de Villa Gesell: la de ser un atractivo de las cuatro estaciones. Pensá que en el Pinar tenemos también el Centro Cultural «Chalet de don Carlos», el Museo de los Pioneros, el Museo del Veterano de Guerra de Malvinas; los talleres de Alfarería, Cerámica y de Arte para la Ciudad, el Vivero Municipal, la Asociación Apícola. Es decir, es un verdadero polo cultural y turístico, que debería funcionar más coordinadamente, en mi opinión, más allá de que muchas veces se han organizado actividades en conjunto. Creo también que se necesita mejorar mucho la infraestructura general del Pinar. Por ejemplo, podríamos ofrecer más actividades durante el invierno si contáramos con gas natural para calefaccionar adecuadamente estos espacios, que son tan fríos. El Museo Histórico en particular necesita un mantenimiento más intensivo, habría que reparar pisos y techos. Por otra parte, me parece necesario contar con más personal especializado en el Servicio Educativo. En este momento, por ejemplo, soy la única guía profesional.
– ¿Cómo creés que se comporta la comunidad con su acervo histórico? ¿Está interesada en su pasado?
– Sí, en general creo que sí. La figura de don Carlos Gesell es muy fuerte, tanto como su legado, lo que se nota en el interés que muestra buena parte de la comunidad por el cuidado de los árboles, la conservación de la arena y del agua, la preservación de las casas y edificios de valor histórico, la práctica de los valores de vida que fundaron nuestra ciudad (la tenacidad, la coherencia, el respeto al prójimo, la paciencia, la creatividad, el sentido común, la honestidad…). Por otra parte, también pienso que hay algunos factores que juegan en contra de todo esto: por ejemplo, la pura nostalgia de lo que fue y ya nunca más será, o la creencia de que no se puede hacer mucho por conservar el patrimonio material frente al avance del «progreso». Creo que sí se puede hacer mucho.
– Me parece curioso que los colegios no introduzcan alguna materia que tenga que ver con la historia del lugar. Ustedes tuvieron distintas iniciativas para acercarse a las escuelas. ¿Hay posibilidades de hacer otras cosas en ese sentido?
– Claro, posibilidades hay siempre. El Museo ha dado en muchas ocasiones charlas en las escuelas. También debo decir que son muchísimos los docentes que incluyen, por propia decisión, contenidos sobre la vida de don Carlos y la historia de Villa Gesell, todo lo cual se complementa con visitas guiadas. En 2009 el Museo dictó un curso para docentes, que se llamó «Historia de Villa Gesell, otra manera de contarla», un curso interactivo, muy entretenido y con mucha información, porque precisamente la idea era ofrecerles a los docentes conocimientos y herramientas para el trabajo en el aula. Fue una experiencia muy interesante, y creo que debería tener continuidad.