La investigación por Agostina Sorich suma una nueva ridiculez
Como si a la causa no le faltasen puntos flojos y decisiones cuestionables, ahora anuncian el aumento de la recompensa económica para quien aporte datos sobre el paradero de la nena que fue vista por última vez hace casi seis años y de la que en su momento un comisario dijo: “no sabemos si ella quiere que la encontremos”.
noticias@gesell.com.ar | El Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires acaba de anunciar a todos los medios nacionales que aumentó la recompensa económica para quien aporte datos sobre el paradero de Agostina Sorich. La cifra, que empezó siendo de 20 mil pesos y luego de 70 mil, ahora asciende a 150 mil. Una decisión que roza lo delirante: la investigación, que se movió errante cuando recibió sobrados testimonios de donde podría estar la chica (basta con revisar el expediente), ahora pretende cobrar impulso casi seis años más tarde con esta medida pour la gallerie.
El relato instalado cuenta que Agostina Sorich fue vista por última vez el 15 de octubre de 2010. Aquel día, la niña de 12 años se despidió de su familia en la casa que todos compartían en el barrio de Monte Rincón rumbo a un destino desconocido: más de cinco años después aún nadie sabe precisar adonde es que la chica se dirigió.
Este medio repitió numerosas veces las irregularidades de la causa que pretendió dar con su paradero, la cuál demandó incontables acciones, decenas de investigadores afectado y toneladas de hojas que duermen hoy en el algún despacho de los tribunales de Dolores.
Si bien el grueso del trabajo policial y judicial se concentró en los tres meses posteriores a su desaparición, luego hubo novedades que amagaban con ofrecer algo de claridad a una investigación que, como se dijo, jamás aportó un dato concreto sobre la búsqueda. Queda como aguijón en la memoria de esos tiempos la tristemente recordada frase de uno de los investigadores: “Estamos buscando a una nenita que no sé si quiere que la encontremos”
En octubre de 2014, justo cuando se cumplían cuatro años, una importante dotación de policías y personal judicial se traslado a un baldío del sur de Villa Gesell. Testimonios de otra causa señalaban de manera lateral que allí había sido visto Agostina en los días que la niña se encontraba desaparecida. Los resultados, una vez más, fueron nulos. Y la causa volvió a la indiferencia.
El verano pasado se produjo un hecho que volvió a encender las alarmas: el habitante de una vivienda en 149 y 5 había encontrado restos óseos cuando removía arena para colocar un enquinchado y dio aviso a la policía. El lugar se encontraba a 300 metros de la zona peritada en octubre de 2014 y las hipótesis sobre Agostina no tardaron en reavivarse. Sin embargo a las pocas horas se confirmó que los huesos pertenecían en verdad a un hombre de más de 30 años de edad.
Estas teorías que van y vienen como la marea demuestran dos cosas. Una, que en el inconsciente colectivo aún perdura la necesidad de tener algún dato real sobre el destino de Agostina, una chica que un día se fue de su casa y desapareció como si se la hubiera tragado la tierra. Y la otra, más angustiante y dolorosa, que cualquier probabilidad pierde valor ante una certeza inexpugnable: aquella que nos señala la desprolijidad sobre un hecho en el que la verdad parece hallarse cada vez más lejana e inalcanzable.