Grinberg: «El éxito no es medida para determinar un ciclo histórico»
En esta entrevista hasta ahora inédita, el multifacético activista habló sobre sus viajes a Villa Gesell, la explosión de la costa como destino turístico juvenil, los inicios del rock argentino y la forma curiosa en la que conoció tanto a Luis Alberto Spinetta como a Facundo Cabral.
Por Juan Ignacio Provéndola | Año 2006. Se cumplían cuatro décadas del lanzamiento de “Rebelde” y “No finjas más”, las canciones que el grupos Los Beatniks incluyó en aquel simple considerado fundacional del rock argentino. Como sucedía en cada aniversario, volvía a encenderse una polémica: ¿fue ese álbum del grupo liderado por Moris o en verdad “La Balsa” de Los Gatos el que inició de cero el cuentakilómetros del movimiento cultural en cuestión?
Volcado hacia otras inquietudes (principalmente el ecologismo, del cual fue auténtico pionero en Argentina, aunque también la espiritualidad), Miguel Grinberg se sentía ya alejado del rock. Pese a eso, su libro “Como vino la mano” es y seguirá siendo una obra ineludible a la hora de abismarse en la historiografía de esa expresión de la cultura popular que él, con su primera edición de 1977, (y años antes su colega y amigo Juan Carlos Kreimer con “Agarrate!!!”) inició.
Por ese motivo, y a propósito de dos investigaciones simultáneas sobre la relación entre el rock y la política y sobre la influencia de Villa Gesell como hábitat de encuentro entre los músicos, Grinberg accedió a responder una serie de preguntas por mail. Algunos tramos de sus respuestas fueron incluidas en los libros “Rockpolitik” y “Villa Gesell Rock&Roll”, aunque aquí incluimos el intercambio completo y textual en el que reseña algunos episodios, ofrece su opinión y, además, destaca algunas interesantes anécdotas sobre otros hechos conexos, como por ejemplo la explosión de la costa atlántica argentina como destino turístico juvenil.
– ¿Cuándo viajaste por primera vez a Villa Gesell?
– En el verano de 1964. Fui en carpa con mi amigo escritor Jorge Vilela y un conocido suyo dentista, de apellido Pagés. Acampamos en el jardín de Jimmy Horowitz, un amigo de mi papá, quien, con su socio Werner Muller, se habían radicado allí como parte de la comunidad alemana de Gesell.
– ¿Eras de frecuentar Villa Gesell al nivel de Moris, Javier Martínez, Miguel Abuelo, Pajarito Zaguri o Pipo Lernoud?
– Supe de los rockeros de Gesell más adelante, en Buenos Aires, después de ir al recital de Los Beatniks en el Teatro del Altillo y en La Cueva. En el verano del ’64 íbamos de levante al boliche Cariño Botao y visitábamos al cantante Fernando de Soria, quien noviaba con la actriz Gilda Lousek y juntos manejaban (la boite de Paseo 105 entre Avenidas 2 y 3) el El Chivo Negro. Creo que fuimos porque Vilela y Pagés conocían a Fernando de Tandil. De paso, aprovecho para corregir un error de las primeras ediciones de mi libro “Como vino la mano”, pues la película que Rodolfo Kuhn filmó en Gesell fue «Los Inconstantes» (estrenada en Buenos Aires en setiembre de 1963) y no»Los Jóvenes Viejos», del año anterior, ambientada en Mar del Plata.
– A propósito de “Como vino la mano”, uno de los principales protagonistas es Luis Alberto Spinetta, de quien, además, incluís ese “manifiesto” suyo que repartieron cuando presentó “Artaud”. ¿Cómo lo habías conocido?
– Conocí a Luis cuando yo trabajaba en la revista Panorama y después de un recital de Almendra en el Teatro Payró, donde un policía le dio una cachetada a Emilio Del Güercio. Jorge Pistocchi convocó a una conferencia de prensa para denunciar el agravio en su oficina del pasaje Barolo y yo fui el único periodista que asistió. Terminamos tomando café con leche en un bar: allí conocí en bloque a los cuatro Almendra.
– Durante mucho tiempo se discutió su el “hito fundacional” del rock argentino fue “Rebelde”, de Los Beatniks, o “La Balsa”, de Los Gastos. Algunos defienden al primero por haber salido antes, otros al segundo por ser un éxito, aunque también los criticaron por haber tenido un paso por el programa La Escala Musical…
– No creo que el éxito o la aceptación popular sea un parámetro para determinar un ciclo histórico. Tampoco lo es la grabación de un disco, o el lugar donde se produce un hecho. Aunque en este caso la lectura “ideológica” en favor de Los Beatniks sea atendible, no basta para determinar un hito fundacional. Y tampoco creo que las actuaciones de Los Gatos en La Escala Musical sean algo que los califique o descalifique.
– ¿Tenés alguna posición al respecto?
– Así como en la historia del cine se implanta la fecha de filmación (y no la de estreno comercial), en música popular se acostumbra a tomar como referencia fechas de grabación. Adhiero a esta línea. De allí, entonces, es que considere al disco de Los Gatos Salvajes como inaugural, que fue anterior a “Rebelde” y a “La Balsa”.
– ¿Curtiste otros lugares de la costa en aquellos años de descubrimientos?
– Sí, varias veces. Luego de Gesell, mi área de acción veraniega comenzó a ser Valeria del Mar. Porque la verdad es que en ese verano de 1964 nos aburríamos en la Villa, entonces despachamos los bolsos por un bus y nos fuimos por la playa hasta el Faro Querandí, luego subimos por los médanos hasta la ruta e hicimos dedo hasta Mar del Plata. Y, una vez allí, acampamos en el jardín de la familia Rossi, mi dentista, e hicimos el circuito de los lugares para baile. Fuimos a escuchar al Indio Gasparino (Rodolfo su nombre, de Tandil) al hotel Riviera, quien hacía algo llamado “limbo rock” antes de convertirse en aquel que todos conocieron mejor como Facundo Cabral.
– ¿¡Te aburrías en Gesell!? Las anécdotas que leemos y oímos de esas épocas quienes no la vivimos parecían distintas…
– ¡Es que todo era un plomo! Hordas de oficinistas y secretarias de la Capital buscando la Dolce Vita insinuada por la película de Rodolfo Kuhn… en vano, porque no había Dolce Vita en Gesell. Los parroquianos locales del Chivo Negro se divertían pasándose papelitos doblados ante las turistas, para hacerles creer que era cocaína… Los rockeros de Buenos Aires aparecieron en la Villa durante el verano siguiente. Yo editaba mi revista Eco Contemporáneo y mis circuitos no eran específicamente esos, sino los de los poetas de la generación del 60…