Carlos Gesell y los nazis: ¿Mito o verdad?
Aún sin imágenes ni documento alguno que lo certifique, ciertos relatos orales insisten en que la Villa fue epicentro del éxodo hitleriano tras la Segunda Guerra. ¿Cómo se instaló esta leyenda en el imaginario?
Por Juan Ignacio Provéndola | No existe un solo geselino al que no le hayan preguntado alguna vez en su vida: «¿Es cierto que el viejo Gesell era nazi?». Carlos fundó Villa Gesell el 14 de diciembre de 1931, a los 40 años. Y, con el tiempo, pesó una sospecha abonada con relatos y versiones sin grandes precisiones. Pero con mucho de misterio y otro tanto de prejuicio: aunque se había criado en Alemania, nació y pasó la mayor parte de su vida en Argentina.
Tras la caída del nazismo, en mayo de 1945, fueron numerosos los jerarcas, gestapistas y agentes escondidos y luego descubiertos en nuestro país. Aunque ninguno de ellos en Villa Gesell. Sin embargo, la leyenda se instaló allí con cierta persistencia. El único registro oficial es bastante impreciso: la Armada Argentina advirtió en julio de 1945 el paso de un submarino sospechoso «entre (el faro) Querandí y Ostende», un amplio rango marítimo de 45 kilómetros que incluye dominios de Gesell pero también del vecino Pinamar. Quizás se trataba de un U-Boot, los «Lobos Grises» nazis apostados en el Atlántico Norte que desobedecieron la orden de rendición tras la Segunda Guerra Mundial y huyeron hacia el sur. Aunque solo dos fueron oficialmente reconocidos en Argentina: los que se entregaron después de extenuantes travesías en la base naval de Mar del Plata el 10 y el 31 de julio del 45, respectivamente.
A pesar de todo esto, cierta mitología igualmente siguió insistiendo en historias de desembarcos nazis sobre las costas de la Villa. Una investigación aseguraba que en la década del 60 fue hallado entre los médanos de Gesell «una suerte de ‘búnker’ en el que se encontraron lubricantes y repuestos de submarinos», aunque sin precisión específica sobre su ubicación ni tampoco imagen alguna. Otras versiones, tampoco comprobadas, refieren a las apariciones de cruces esvásticas entre la arena, cartillas de racionamiento de la Segunda Guerra, equipos de comunicación, viejas construcciones perdidas en las dunas lejanas del sur geselino y hasta unas plataformas de tosca alisada para estibar bultos. Algunos también juran que debajo de las aguas de Villa Gesell yacen cuatro submarinos hundidos, aunque ninguno de ellos fue jamás encontrados.
El predominio de inmigrantes alemanes entre los primeros pobladores geselinos y la presencia de tres náufragos del Graf Spee (abatido por torpederos ingleses en el Río de la Plata dos meses después de iniciada la Segunda Guerra) son datos que algunos consideran sugestivos, a pesar de que los sobrevivientes del acorazado nazi se desperdigaron por distintos lugares de Argentina y tan solo en Rosario aparecieron 17, muchos más que en Villa Gesell.
También se habló de las extrañas luces que, por las noches, salían desde la casa de Carlos Gesell en lo que ahora es el denominado Pinar Fundacional. Pero Sonya Tommys, su hermana, explicó que provenían de un pequeño laboratorio fotográfico que el fundador de la Villa había improvisado cerca de su primera vivienda para revelar imágenes que hoy están en el Museo Archivo Histórico de la ciudad.
Muchos mencionaron también unas ruinas en la playa, cerca de la actual Avenida Buenos Aires: resultaron ser los restos del inconcluso Viejo Hotel Colonial, proyecto abandonado en 1945. Y algunos acicalados estancieros de la zona hablaban de que el propio Juan Domingo Perón aterrizaba en avioneta, iba al encuentro de los submarinos en playas geselinas y regresaba con baúles cargados de cosas. Incluso un viejo dirigente político de la ciudad aseguraba que entre su casa y la costa había «algo parecido» a restos de rieles imposibles de identificar. Aunque las historias abundan, ninguna de ellas incluye nombres concretos, pruebas contundentes ni elemento alguno que permita darle visos de veracidad al asunto.
Durante la última Dictadura, los servicios de Inteligencia del estado realizaron varios informes sobre Villa Gesell. Pero la única referencia política que le encontraron a Carlos, su fundador, era una inocua simpatía por la Unión Cívica Radical. Su padre, el reconocido economista Silvio Gesell, había sido nombrado Representante de Finanzas en la efímera República Soviética de Baviera, motivo por el cual luego fue encarcelado y más adelante obligado a escapar por el nazismo. Además, varios miembros de la familia Gesell instalados en Argentina estudiaron en el Pestalozzi del barrio porteño de Belgrano, único colegio alemán antinazi de la época.
Por el aluvión de migrantes hacia Villa Gesell, su fundador se tuvo que relacionar con personas de distintos orígenes, credos e ideologías. Y, puntualmente, con dos judíos que habían escapado de Alemania durante la Segunda Guerra y difícilmente aceptaran trabajar bajo las órdenes de un supuesto filonazi: Pablo Wolf, uno de sus primeros empleados en la construcción del pueblo, y Pablo Hannemann, reconocido artista que hizo muchas obras sobre el Holocausto antes de construir el Tótem en la entrada de la Villa.
A pesar de las numerosas versiones, el único vestigio nazi que pudo verificarse en la zona no pertenece a Villa Gesell, sino a Madariaga. Eso se desprende de «Los nazis en las sombras», libro que el investigador Julio Mutti publicó sobre espías del Tercer Reich en Argentina. Allí, Mutti afirma que agentes alemanes instalaron en la vecina ciudad rural (a 50 kilómetros de distancia) una estación clandestina de comunicación que transmitía información directamente a Berlín. Lo hicieron en una chacra de 30 hectáreas llamada La Elvira y rebautizada por los nazis como La Otilia. La base fue inaugurada a principios de 1943 y tuvo una existencia fugaz, ya que en febrero del año siguiente Argentina rompió relaciones con Alemania y los espías debieron abandonar el lugar. ¿Habrán conocido Villa Gesell? Difícil: en ese contexto era poco recomendable que los agentes abandonaran el secretismo de La Otilia para lanzarse al viejo camino de barrio hacia la Villa.
La película «X Men, First Class», basada en el conocido cómic de héroes y villanos, fue una de las más taquilleras del año 2011. Sin embargo, los realizadores del filme cometieron el increíble error de ubicar a Villa Gesell en un lugar dominado por lagos y montañas. En ese sitio —más propio de la Patagonia que de la Costa Atlántica— el guión ubicaba a un jerarca nazi refugiado de la guerra. Imaginen a un lugar como Bariloche o Villa La Angostura… pero con un cartel que dice «Villa Gesell, Argentina». Así de ridícula fue la confusión que Marvel y 20th Century Fox, los coproductores, jamás explicaron sobre una pelicula plagada de equívocos históricos.
Algunos investigadores sostienen que Estados Unidos e Inglaterra conservan informes confidenciales sobre aquellos avistajes de U-Boots alemanes en Argentina. Si es que existen, solo cuando se hagan públicos tendremos alguna certeza acerca de un mito que, hasta ahora, apenas se alimenta de relatos imprecisos y el error de una película de Hollywood.