Cinco años sin Agostina Sorich, el gran misterio de Villa Gesell

El 15 de octubre de 2010 fue vista por última vez la nena que entonces vivía en Monte Rincón y tenía 12 años. La investigación fue escandalosa y su destino es aún un enigma. Reproducimos el capítulo del libro “Historias de Villa Gesell” dedicado al caso.

Por Juan Ignacio Provéndola | Su mamá se enteró recién el lunes, a través de otra de sus hijas, que también iba la Escuela 2. Candela le dijo que Agostina no había ido al colegio ese día y Andrea, sorprendida, llamó a lo de una tía. Se suponía que había estado con ella el fin de semana, tal como venía sucediendo últimamente. La esperaban en esa casa el viernes, pero nunca llegó. No se había llevado ropa, dinero, ni documentos. Tampoco su teléfono celular. El viernes se despidió de quién la oyó en su casa, saltó un alambrado y se fue. Lo que nunca se supo es hacia donde. Agostina Sorich tenía 12 años cuando el misterio espeso de su desaparición eliminó por siempre todo rastro acerca de su paradero.

Vestía un buzo blanco tipo canguro, pantalón babucha fucsia y zapatillas negras de caña alta. Así la vieron el viernes 15 de octubre de 2010 algunos de sus hermanos y su padre, Pedro Sosa, que no le pudo dar el apellido a sus hijos por un tema de documentación. Por eso, Agostina y sus siete hermanos llevan el de su madre, Andrea Sorich, la misma que hizo la denuncia en la Comisaría Primera el lunes 18 y dio, de esa forma, inicio a una investigación en la que intervinieron más de cien autoridades policiales y judiciales y casi 200 declarantes.

El domingo 17 octubre había sido el día de la madre y a la agasajada le sorprendió la ausencia de una de sus hijas. Su marido trató de calmarla. “No te preocupes, solo son travesuras de nena”, le dijo. Al otro día, cuando se enteró de que ni siquiera había llegado adonde dijo que iba, Andrea hizo la denuncia. Fue tomada ese lunes 18 a las 20.47 e intervinieron la Ayudantía Fiscal de Gesell y la UFID 3 de Pinamar. Rápidamente se notificó de la averiguación de paradero a delegaciones de Policía Federal, Prefectura Naval, Defensa Civil, Bomberos Voluntarios y medios varios. Ordenaron indagar en agencias de remises, centros de salud y terminales de ómnibus de Gesell y Pinamar, y también le pidieron a las autoridades de la Escuela 2 un listado de compañeros y amistades que Agostina tenía dentro del establecimiento.

La directora del colegio envió una lista acompañada de algunas observaciones, entre ellas una en la que indicaba que la maestra de Agostina en el curso 6° B aseguraba haberla visto en La Carmencita junto a un joven el sábado 16, es decir, un día después de haberse ido de su casa. En simultáneo, algunos compañeros señalaban haber chateado con ella por Facebook y MSN en ese tiempo. Poco a poco, comenzaron a circular en sede judicial distintas versiones que insinuaban haberla visto caminando por aquí, tomándose un colectivo por allá, acompañada por tal o caminando con cual. Una empleada de la estación de servicio de 149 y 3, por ejemplo, creyó haberle fiado dos pesos ese domingo del día de la madre, mientras que un amigo de uno de sus hermanos dice haberla saludado en la plaza de 119 y 30 pocas horas más tarde.

Visiones imprecisas dieron luego lugar a otras, más comprometedoras, en donde ya se hablaba de direcciones en las que Agostina podía estar viviendo bajo su voluntad o por la fuerza. Pedro Sosa recibió cinco días después de radicada la denuncia un llamado anónimo donde le decían que su hija yacía cautiva en un asentamiento cercano al Acceso Sur. Algunos rumores señalaban a una familia, otros indicaban a otra, y más tarde se sumó una nueva zona sospechada, también por el sur, aunque cerca del mar. La policía orillaba los lugares con una foto, tocaba puertas, preguntaba si habían visto a la chica en cuestión y, ante la unánime negativa, se retiraba augurándole buen día a los moradores.

En el fárrago de versiones convivían el secuestro, el extravío y hasta la fuga por supuestos asedios domésticos. “Jamás la maltraté”, jura su mamá. “Obviamente había problemas en la casa, pero eran cosas de grandes que los chicos no internalizaban”. El peritaje realizado en su computadora encontró un archivo de texto que decía “mi papi me quemó”, mucho antes del único ingreso que registra su historia clínica en el Hospital Municipal: una atención en el servicio de pediatría de la guardia, pocos días antes de su desaparición, aunque sin detalles de diagnósticos ni tratamientos.

Los esmeros comenzaron a concentrase en tardíos rastrillajes que solo dejaron la arena removida de su paso por zonas que ya no estaban dispuestas a revelar secretos, si es que acaso los tenían. Primero por el área de la casa familiar, luego en un amplio perímetro del sur, más tarde en una franja entre la rotonda y el camino al Cementerio. El cinematográfico operativo incluía un perro, dos caballos y veintiún efectivos de la Comisaría Primera, la Sub DDI, Caballería, el Destacamento de Mar de las Pampas, Infantería de Mar del Plata, Bomberos de Costa del Este y la Distrital local. La cuadrilla rastrilló el recorrido de quince cuadras que, supuestamente, Agostina debió transitar ese viernes en el que dijo que se iba a lo de su tía, tal como lo había hecho los cuatro fines de semana anteriores. También fueron al Parque Temático porque allí solía ir a jugar con algunas amigas. El rastrillaje ocurrió recién dos semanas después de la desaparición. En su periplo, los funcionarios de la ley le preguntaban por dónde creían que pudo haber andado Agostina a los mismos vecinos que habían declarado no haberla visto. Y así, clavaban la pala o agudizaban los sentidos a la espera de datos que jamás aparecieron.

Una señal parecía abrir una nueva línea investigativa. Fue a fines de octubre, cuando una empleada de limpieza municipal encontró en un baldío cercano a la casa de Agostina una campera blanca con capucha. En el expediente, esta muchacha declaró que llamó a la Comisaría Primera para notificar del hallazgo, donde fue atendida con desdén. “No podemos mandar el patrullero porque estamos ocupados, así que tráiganla mañana”, afirma que le dijeron desde la dependencia policial. Indignada, fue hasta el domicilio de la familia Sorich. Allí, los padres vieron la prenda pero no la reconocieron como propia de su hija.

El Poder Judicial de la Provincia designó de oficio una abogada para Agostina. Aunque nunca tuvo contacto con sus padres, María Ángela Salim se hizo cargo durante un tiempo del patrocinio legal de la nena. Por pedido suyo, la Fiscalía tuvo que remitir oficios de búsqueda al Registro Nacional de Menores Extraviados, el Consejo de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes, la División de Crímenes contra Menores de la Federal, Missing Children, Red Solidaria y el pedido formal a Gendarmería para que prohibiera la salida del país de la chica. Eso fue el 23 de diciembre de 2010, 60 días después de su desaparición y luego de solicitarle no una sino cinco veces a la Fiscalía que le enviara el expediente donde constaban todas las actuaciones administrativas y procedimentales que concernían a la investigación.

Una abogada de Mar del Plata aseguró haber mantenido, ante la presencia de la abuela de Agostina, una conversación por MSN con el usuario de Hotmail de la chica, en donde no le dio ninguna precisión, salvo un enigmático mensaje en el que decía “soy de Maranatha”. El auxiliar letrado de la Ayudantía Fiscal de Villa Gesell recibió otro llamado anónimo donde le indicaban que Agostina estaba en un club nocturno de Olavarría. Personal de la Sub DDI local viajó a la ciudad y advirtió dos cabarets en los accesos donde hallaron prostitutas de distintas nacionalidades. Algunas de ellas vivían precarias viviendas al fondo de los locales. Según el acta que labró la comitiva al cabo de su recorrido, estas mujeres gozaban de “total libertad para manejarse a gusto cuando no se hallan trabajando”.

“Se sospecharon muchas cosas, pero nunca encontraron nada. Una vez me dijeron que la habían visto en 107 y Circunvalación, y mientras íbamos al lugar me llama una vecina diciéndome que la estaban subiendo a un auto en el sur”, recuerda Andrea Sorich. “En otras oportunidades íbamos a los lugares donde supuestamente la habían visto, pero los policías no querían bajar del patrullero hasta que no les llegara la orden del fiscal. Y yo me desesperaba, porque si mi hija estaba realmente ahí adentro, les dábamos tiempo para que la sacaran por el fondo mientras nosotros esperábamos afuera. A veces no aguantaba y entraba por mi cuenta”.

Aunque se denuncian alrededor de cinco mil averiguaciones de paradero por año tan solo en la Provincia de Buenos Aires, el caso alcanzó tenor público y varias organizaciones se manifestaron interesadas. Los actores Ricardo Darín y Facundo Arana llegaron a exhibir una foto de Agostina en una conferencia de prensa que Red Solidaria realizó para todo el país tras la recordada desaparición de la niña Candela Rodríguez, mientras que el futbolista Sergio Agüero publicó una foto de ella en su cuenta de Twitter. Las expresiones populares también tuvieron eco en Gesell a través de varias marchas, aunque la familia Sorich prefirió no compartir la intimidad de su búsqueda. “Respeto a la gente que participó de las movilizaciones, pero las experiencias anteriores demostraron que no ayudan a resolver nada. Además quise preservar a mis otros hijos de la exposición que el caso podría haber tomado. Yo sigo trabajando para encontrar a mi hija, aunque muchos piensen lo contrario porque no me ven gritando en los medios”, se defiende Andrea.

Al término de una de esas marchas, el Subcomisario Claudio Arnauk dijo que estaban buscando “a una chica que no sabemos si quiere aparecer”, ofreciendo una de sus últimas desafortunadas declaraciones antes de que la Justicia lo procesara por el asesinato de un delator de la policía, emboscado en operativo armado en Valeria del Mar a principios de 2011 que salpicó también a otras autoridades involucradas en la investigación del Caso Agostina. ¿Se fue? ¿Se la llevaron? ¿Está viva? Imposible saberlo: la investigación nunca contó (ni encontró) elementos suficientes para orientar la búsqueda en una dirección determinada. En Derecho, postular muchas hipótesis es lo mismo que no postular ninguna. Más es mejor, pero demasiado es nada.

“No sé que pasó, pero estoy convencida de que mi hija no se fue por su propia voluntad. Mi intuición de mamá me dice que está viva y fuera de Gesell, ya que no quedó centímetro de la ciudad sin revisar”, sostiene Andrea. Increíblemente, varios siguen empecinados en creer que una nena de 12 años urdió un fabuloso plan para escaparse hacia donde nadie la pudiera encontrar. Una travesura de pibes, o un absurdo aberrante que murmura en la conciencia moral de quienes hoy se hacen los distraídos para no asumir sus deudas.

(Reproducción del capítulo “Un misterio llamado Agostina”, del libro Historias de Villa Gesell. Más info: CLICK AQUÍ)