Villa Gesell: Una historia que cumple 90 años
El 14 de diciembre de 1931, Carlos Gesell comenzó a construir la hoy célebre «Casa de las cuatro puertas». Por ese motivo se la considera la fecha fundacional de la ciudad. Hoy se cumplen 90 años de historia y entramos en la década final antes del centenario.
Por Juan Ignacio Provéndola | Hoy hay asfalto, micros de larga distancia y rutas que conectan a esta ciudad de casi 50 mil habitantes con prácticamente toda Argentina. Pero hace exactamente 90 años (apenas un “ratito” dentro de la milenaria historia de la humanidad), esto no era más que un arenal de médanos vivos que Carlos Gesell compró con todo lo que tenía. A los 40 años, y después de vivir en distintos lugares, se abrió abierto de Casa Gesell, el negocio familiar, y puso toda su parte en este nuevo desafío.
Era el sobrante fiscal de una medición de tierras que pertenecían viejas estancias emplazadas por la región. Concentrados en la explotación agrícola, sus propietarios despreciaron las franjas de dunas recostadas al mar porque las juzgaban improductivas. Y era cierto: a un ya cuarentón Carlos Gesell le costó gran sacrificio hacer parir el verde entre medio de tanto amarillo arena.
Para construir sus sueños, primero construyó su casa. Eso fue a partir del 14 de diciembre de 1931, fecha fijada como al fundación de lo que luego se conoció como Parque Idaho, Balneario Gesell, más tarde Villa Silvio Gesell, por último, Villa Gesell.
La historia cuenta que Gesell se enteró de la venta de ese terreno en el verano del ’31 de una manera insólita: en el hall de un hotel de Mar del Plata, donde estaba vacacionando con su familia, se cruzó con uno de los dueños de esa lonja de 10 kilómetros de costa y 1600 de profundidad, pura arena.
La compra, en agosto de 1931, desató una pequeña tormenta familiar, pero Carlos Gesell -que había llevado adelante emprendimientos de diversa índole, varios inventos entre ellos- estaba convencido de poder sacar vida vegetal de esas estériles moles de arena.
Es en esta fecha en la que comenzó a construir su casa sobre una duna de 9 metros, a unos 100 metros del mar. Tres semanas más tarde tuvo la forma que hoy se conoce: la «Casa de las cuatro puertas», una hacia cada punto cardinal, lo cual permitía acceder a la vivienda indistintamente en caso de que la acumulación de arena obturara alguna entrada. También es notable el sistema de aislamiento con paredes dobles de madera revocadas, cuyo hueco fue rellenado con papel de diario, un casero pero importante aislante térmico. Actualmente funciona allí el Museo y Archivo Histórico de la ciudad.
A mediados de los años 40′ la zona no sólo mostraba un notable crecimiento de árboles como acacias, pinos, esparto y tréboles, plantados por el mismo Gesell, sino que comenzaba a producir un poblado estable. Y en las décadas siguientes se perfiló como destino turístico, cuya explosión fundamental ocurrió entre las décadas del ’60 y ’70, momento en el que el pueblo adquiría como lugar balneario una personalidad original, distintiva del resto de la Costa Atlántica.
¿Estaría contento hoy Carlos Gesell con su Villa? ¿Se podrían extrapolar algunas de sus soluciones a esta época tan distinta a la que vivió? Quedaron su legado y su herencia. Y quedó una ciudad que lo sobrevivió. Hoy, Villa Gesell busca reescribir su historia más allá de Don Carlos. Como hicieron todas las ciudades centenarias. A partir de hoy, la Villa entra en la década final antes de sus cien años.
Carlos Gesell murió a los 88, en junio de 1979. Un año después de la autonomización de la Villa y cuatro y medio antes de las primeras elecciones de autoridades locales. En ese entonces, el Viejo Gesell soñaba con forestar veinte hectáreas del desierto del Sahara. Sus restos descansan cerca de aquellas dunas que domó, en el cementerio de la ciudad.