Las bicicletas geselinas recordarán a Mariana Horowitz

Una caravana de rodados recordarán a la notable triatleta a un año de su triste asesinato. Parten desde 150 y 3 rumbo al cementerio local. La iniciativa es promovida por sus amigos y compañeros.

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Mariana había terminado el 2013 de una manera increíble. A sus 41 años, dominó de punta a punta el Campeonato Regional de Duatlón, ganando carreras en Gesell, Pinamar, Madariaga y San Clemente. Pero lo más destacado fue el Iron Man de Concordia, en donde se impuso tras 180 kilómetros de ciclismo, 42 de trote y casi 4 de nado.  Una prueba durísima, casi inhumana. Fue la primera geselina en la historia que alcanzó el primer puesto en esa especialidad y, a fin de año, la comunidad local reconoció esos méritos otorgándole el Araucaria de Oro, premio que consagra la mejor labor deportiva de nuestra ciudad.

“A veces, para salir a entrenar, hay que ponerle garra. Hace frío y hay que cuidarse y abrigarse. Pero después te sentís bien, porque entrenar es una terapia bárbara, aunque sea solo por un rato. Te cambia el día, salís del caos en el que se vive y no solo te hace bien a la salud, sino también a la cabeza y al espíritu. Por eso, yo le recomiendo a todo el mundo que salga, se entrene y participe”, le había dicho Mariana a FM Laberintos de Las Toninas luego de ganar una de las fechas del Campeonato Regional de Duatlón.

Su apellido está asociado a una familia de pioneros y comerciantes. Jimmy y Cecilia, sus abuelos, fundaron Cueriplast, un local sobre la 3. En esa misma avenida, su tía Noemí puso la juguetería Toro Bravo y su papá Ricardo instaló varias sucursales del Globo Rojo (donde trabajan sus hermanos Niki y Marcos). Ella también era una laburante: se había recibido de guardavidas en Mar Chiquita y trabajaba como socorrista. El mar era su hábitat, su bálsamo y su lugar de trabajo. Era una fuente inagotable de energía. El agua salada brotaba en su vida.

Después de varios años en Mar del Plata, Mariana había vuelto a Villa Gesell. Vivía cerca de su papá y de sus hermanos. Sus amigos le decían “La Rusita”. Con cariño, claro. El mismo que le profesan hoy jueves sus amigos y compañeros, quienes organizaron una caravana desde 150 y playa hasta su morada final, en el cementerio local.