Los nazis se acercan: investigan espías de las SS en Madariaga
El historiador Julio Mutti, que el año pasado editó el libro “Los nazis en las sombras”, publicó en su blog un extenso informe sobre la presencia de agentes alemanes en la Ciudad Gaucha durante la Segunda Guerra. La investigación reavivó los fantasmas del difundido mito nazi en nuestra región.
noticias@gesell.com.ar | Se terminaba 1942 y la Segunda Guerra Mundial comenzaba a traerle malas noticias al Tercer Reich. El alemán Hans Harnisch, que trabajaba en una empresa en Argentina, le pide entonces a su amigo Ángel Garrido González un gran favor: que compre a su nombre una estancia lejos de Buenos Aires. Necesitaba hacerse de un refugio seguro para él y su familia, que estaba en Alemania, pero sin dejar registro alguno. Garrido González accede a la petición y compra con dinero de su amigo una chacra de 30 hectáreas en Madariaga. Pero Harnisch nunca se muda a la estancia “La Elvira”: fue toda una puesta en escena de este agente encubierto de las SS para conseguir un lugar donde los espías nazis en Argentina pudieran instalar una base de comunicaciones clandestina .
El relato, que siempre circuló por la zona, fue profundizado por el historiador Julio Mutti, quien publicó un extenso informe en su blog personal U-Boat Argentina. Mutti editó el año pasado el libro “Los nazis en las sombras. La historia inédita de los espías del Tercer Reich en Argentina”, cuya investigación, entre otros lados, lo había traído hasta Madariaga.
Según Mutti, Harnisch fue el encargado de conseguir la estancia “La Elvira”, a dos kilómetros del actual centro de Madariaga, aunque jamás ocupó. La adquisición se realizó para montar una estación clandestina de comunicación que le permitiera a los espías nazis en Argentina transmitir información directamente a Berlín.
El lugar fue rebautizado secretamente como “La Otilia” y se emplazó una casa prefabricada. Aunque la principal prestación no estaba allí, sino debajo: dos escotillas disimuladas en el piso conectaban a un sótano especialmente preparado para albergar las máquinas. Desde allí se realizaron comunicaciones directas con Alemania. La primera de ellas fue el 20 de abril de 1943, día del cumpleaños de Adolf Hitler.
Para disimular tan sensible pero aparatosa misión, instalaron a una pareja de alemanes con conocimiento en agricultura para hacerse cargo de la chacra. Una pequeña antena escondida en el techo daba conectividad a las máquinas a través de cables empotrados en las paredes. Nada comprometedor estaba a la vista. El sótano, además, había sido especialmente protegido de las lluvias e inundaciones que caracterizaban y aún caracterizan a la zona.
La base La Otilia funcionó hasta febrero de 1944, cuando Argentina rompió relaciones con Alemania y fueron necesarios lugares más fáciles de abandonar ante lo imprevisto, utilizar equipos portátiles y moverse más cerca de Buenos aires. Así las cosas, un mes más tarde todos los ocupantes (agentes de las SS) fueron reubicados en Don Torcuato y la chacra madariaguense quedó vacía. Tiempo después, el Ejército Argentino tomó posesión de la estancia y le puso “La Federal, nombre que conserva actualmente.
Todo esto sostiene Julio Mutti, quien estuvo en la estancia y recorrió los distintos lugares de la extensa finca que ahora ocupa un particular pero sólo de a fines de semana. En su repaso, Mutti encontró las dos compuertas que conectaban con un sótano y unos pilares que habrían servido para apoyar los equipos de comunicación, que en ese entonces eran de dimensiones considerables.
El mito de la estancia “La Elvira” como base clandestina nazi siempre circuló por la zona y fue motivo de interés de numerosas investigaciones. Tiempo atrás, por ejemplo, un grupo de alumnos de la Escuela Agraria de Madariaga fue finalista de un concurso de ciencias sociales a raíz de un informe al respecto. Y el año pasado viajó especialmente hasta el lugar un equipo de la señal estadounidense History Channel.
Las conjeturas sobre la presencia nazi en la región proliferaron en el tiempo y se fueron entrelazando entre sí. En Villa Gesell, por ejemplo, distintas fuentes aseguran haber visto pasar submarinos por la costa, desde testimonios particulares recabados por los diarios de la época hasta un informe de la Armada Argentina recientemente desclasificado. De hecho, dos submarinos nazis, escapando desde el Atlántico Norte tras la rendición alemana, llegaron hasta el puerto de Mar del Plata y se entregaron en un operativo ampliamente difundido. Algunas versiones más audaces (aunque menos respaldadas) sugieren además que Gesell fue punto clandestino de desembarco. Y, si siguen tejiendo, imaginarán entonces que la información para el arribo la recibían desde la base de comunicaciones de La Otilia, ubicada en el sótano de una casilla prefabricada en el centro de una chacra sobre Madariaga. Versiones que el paso del tiempo parece propiciar y difundir, aunque su verificación completa sea por el momento sólo una expresión de expectativa.