#NiUnaMenos: En memoria de Agostina, Mariana y Cynthia
Villa Gesell volverá a tener su propia versión de la marcha nacional convocada para hoy, en coincidencia con el aniversario de la multitudinaria experiencia inicial. El recuerdo de Agostina Sorich, Mariana Horowitz y Cynthia Filippone, tres casos geselinos que sintetizan la problemática de la violencia de género en nuestra ciudad.
Por JIP | Hoy viernes, el país volverá a gritar “¡Ni una menos!”. La violencia hacia la mujer en general por su condición de género es una problemática que la humanidad arrastra desde sus orígenes, aunque recién en éstos últimos tiempos ha comenzado a visualizarse como una cuestión crítica que demanda soluciones culturales e institucionales urgentes. La multitudinaria experiencia del 2015, sumada a la falta de herramientas y medidas concretas tendientes a resolver la situación, alentaron a que la actividad fue replicada a un año de su “estreno”.
Al igual que el año pasado, Villa Gesell tendrá su propia movilización. El cronograma es idéntico al de aquel entonces: concentración en la plaza Carlos Gesell (3 y 110) a las 17 horas y marcha hasta la plaza Primera Junta (3 y 104).
Mientras alguien escribe esto (o lo lee), probablemente esté ocurriendo un episodio de violencia de género que no trascenderá más allá de las cuatro paredes en las que se consuma. El miedo y la falta de herramientas legales e institucionales al cien eficaces se convierten en aliados del peor de los silencios: aquel que se impone no por la ausencia de voces, sino de oídos. La violencia (sea del modo que fuere) se normaliza con la insistencia de quienes la aplican y también con la indiferencia de quienes la ignoran.
Los casos que atraviesan todas esas barreras y alcanzan tenor público son apenas una ínfima minoría en el universo de episodios que acontecen diariamente. Sin embargo, el impacto mediático que logran los aislados hechos difundidos sirven a la vez para darle visibilidad social a una problemática que, encima, lidia con prejuicios culturales de Paleolítico.
Agostina Sorich se fue de su casa el 15 de octubre de 2010 y nunca más volvió a ser vista, a Cynthia Filippone la asesinaron el 5 de mayo del año pasado mientras colgaba la ropa en el patio de su casa y, un mes más tarde, Mariana Horowitz recibió varios disparos fatales de su última pareja. Una era estudiante del colegio secundario, la otra trabajaba como artesana y la última se dedicaba a la actividad física. Aunque se traten de casos distintos, los tres grafican algunas de las derivaciones funestas que la violencia de género provocó en nuestra ciudad. Describen el microclima de un escenario que atraviesa a toda la sociedad actual.
Se ignora el destino de Agostina, cuyo expediente sigue con la carátula de “averiguación de paradero”. Si bien nunca se pudo comprobar nada, queda como aguijón en la memoria la tristemente recordada frase de uno de los investigadores: «Estamos buscando a una nenita que no sé si quiere que la encontremos». Por su parte, la familia de Cynthia aguarda el juicio oral, pese a que la fiscalía liberó a los distintos sospechosos sobre los que posó su mirada. Sólo la causa de Mariana alcanzó la resolución judicial: su femicida fue condenado a reclusión perpetua.
Estos tres casos, mencionados sólo porque fueron los de mayor notoriedad pública de nuestra ciudad en los últimos tiempos, de ninguna manera resumen una problemática extensa e insondable. El dolor es un sentimiento íntimo e intransferible y nada ni nadie podrá reponer lo que este le ha arrebatado a sus víctimas (sea el respeto, la dignidad o la vida misma). La conciencia, en cambio, puede compartirse, volverse colectiva y movilizar a una numerosa masa de personas hacia un sentido común. Son las que hoy saldrán a la calle reclamando que nadie padezca lo que sufrieron Agostina, Cynthia y Mariana, entre tantas otras mujeres.